La vida del mercedario está salpicada de episodios de corte difíciles de creer. Una de ellas es el relato de la venta de un pez invisible cuando aún mantenía el comercio de calles Colón casi Sánchez. Entre las múltiples existencias de la vidriera de artículos de caza y campo se destacaba una pecera con pececitos de colores, hasta que en una oportunidad la pecera se mostró solamente con agua y un cartel que decía “oferta: peces invisibles”. Cuenta Kluver entre risotadas que unos días después una señora ingresó con su nieto de corta edad preguntando cómo podía ver los extraños peces a lo que respondió que precisamente no se veían porque eran invisibles pero muy hermosos.
El nietito insistió en llevar uno y Kluver sacó uno de la pecera y lo puso en una bolsa de nylon con agua. El lo cuenta como cierto y conociendo su trayectoria resulta bien posible.
Pero su historia acaba de ser ampliamente superada: el italiano Salvatore Garau acaba de vender una escultura invisible en 18.300 dólares, junto a la exigencia de que el comprador debió acomodar un espacio amplio para exhibir algo que no puede verse.
Podría sonar a cuento si no fuera porque la noticia fue dada ayer por el prestigioso sitio diariodecultura.com.ar de consulta altamente calificado de Argentina y cuya seriedad está a toda prueba. La escultura inmaterial se llama Yo Soy (io sono en italiano) y fue vendida por la casa de subastas Art-Rite que explica que al ser inmaterial no se puede reproducir fotográficamente en la web. En el catálogo de piezas a la venta hay un recuadro en blanco y lo único tangible es el certificado de garantía que se llevó el comprador que da fe del archivo de la obra.
Los críticos asumen que el artista se burló de todos y que el arte moderno no puede ser llevado a semejantes niveles de exageración, pero el artista replica que el vacío no es otra cosa que un espacio lleno de energías y que según el principio de incertidumbre de Heisenberg la nada tiene un peso aún si pudiéramos vaciarla.
La obra recuerda otras excentricidades como la famosa banana natural pegada a la pared con una cinta que está valuada en 12 mil dólares y que curiosamente también pertenece a un artista italiano llamado Maurizio Cattelan lo que desató un debate sobre que lo que es y lo que no es arte.
Bien vale la pena pues, ingresar al sitio www.diariodecultura.com.ar y repasar los demás detalles de la historia.